Las margaritas blancas simbolizan la
amistad, la inocencia y la niñez. Una margarita blanca grande
simboliza el olvido de todo lo pasado.
Dicen que el origen de estas flores
está en una ninfa de los bosques en la que, según cuenta la
mitología romana, se fijó el dios de los huertos, Vertumno, cuando
ésta bailaba con sus compañeras por el bosque. Esta ninfa quería
dejar de atraer al dios y por eso se transformó en la flore bellis,
el nombre botánico de la margarita.
Se asocian al pudor y la simplicidad,
algo característico de las doncellas victorias que cuando tenían el
corazón roto y querían recuperar el amor de sus pretendientes
crearon aquello que todos hemos hecho alguna vez de deshojar una
margarita diciendo me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere.
El último pétalo daba la respuesta. Otra cosa que hacían las
doncellas era coger un manojo de margaritas con los ojos cerrados.
Los años que les quedaban para casarse era el número de flores que
habían cogido.
Las margaritas eran flores muy
apreciadas por poetas y tenían poderes predictivos y hasta
curativos, por lo que también los campesinos en el medievo las
apreciaba. Decían que la primavera llegaba cuando uno de ellos
pudiera poner el pie encima de doce margaritas, y soñar con ellas en
verano o primavera significaba que llegaba algo bueno, y esto pasaba
en otoño o en invierno traía malos augurios. Para calmar su dolor
úlcera de estómago, el rey Enrique VIII comía margaritas y también
se pensaba que beberlas machacadas y remojadas en vino durante quince
días en pequeñas dosis podía llegar a curar la demencia.